viernes, 8 de noviembre de 2013

Notas suspensas


Estar abierto a la vida y en suspenso hasta la muerte. Decidir ser inteligente y que en modo alguno se note. Tener frío al tiempo que también se tiene abrigo. Comer sin necesidad y beber para intoxicarse.  La soledad malentendida de los seres sociales es una gran burla. Hay un tipo de soledad absolutamente necesaria a la que yo llamo aislado alejamiento. Nuestra imbecilidad se mide en estratos y así vamos de la familia al piso, del piso al bloque, del bloque a la calle, de la calle al barrio, del barrio a la zona, de la zona a la ciudad, de la ciudad a la comarca, de la comarca a la provincia, de la provincia a la comunidad autónoma, de ésta al Estado, a Europa, al mundo y al propio Universo. En cada nivel decimos y fingimos ser alguien bien distinto y así nos engañamos una vez más mientras tanto. Bien puede tomarse parecida perspectiva desde la estratificación del propio tiempo,  saber quiénes somos en un segundo o en un día y quiénes en un año o en diez.  Más nos valdría comenzar a ser más exigentes con nosotros mismos como modo de igualarnos en un mínimo de compromiso común que nos mantenga a flote. El futuro anuncia un nuevo y silencioso orden del que solo saldremos indemnes con mayor responsabilidad moral y desde luego con mayor ética que la mostrada hasta ahora. No entiendo por qué no sabemos ser exigentes y pedimos que se asuman responsabilidades. De esta no saldremos como no replanteemos los conceptos Democracia y participación ciudadana. La Constitución no refleja en absoluto la sociedad tecnológica, multicultural y deslocalizada que somos, ni exige mínimos de cumplimiento para la viabilidad futura de nuestra sociedad ni tan siquiera en educación o en cultura. Sabed que no ha habido un solo momento en la historia de la humanidad en que no haya habido expresión artística y desde luego, transmisión de conocimiento, no entiendo como podemos estar dándole la espalda a lo que somos, cómo la Constitución no exige nuestra dignidad. Faltan honestidad y altura moral en unos gestores que se han hecho casta gracias a nosotros. Falta que salgamos a las calles y, tomándolas, maniatemos este presente y liberemos nuestro futuro. Faltan un basta y un no quiero.  Falta un común nosotros.