jueves, 30 de mayo de 2013

A buen entendedor


Somos los arquitectos de nuestra ruina. El amor saltando por una ventana. La cifra desproporcionada de los malos tratos, de la gente que se suicida, de la fila multimillonaria de parados, de la España que agoniza, los rescoldos, la ceniza. Somos el flaco y lleno de pulgas perro del hortelano. El hidalgo hambriento con la barba sembrada de migas. Somos la vana pretensión de los pretenciosos, la mentira hecha modo de vida. Somos el patógeno que ha enfermado a la sanidad, el ladrón que legisla. Somos el seso corto que no piensa largo, las manos largas que no atamos en corto. Somos lo que no hay y apenas hay de lo que no somos. Tanto nos falta para llegar que parece que somos otros. Tanto hemos perdido, tanto, que somos mucho menos, que somos más que tontos, tonto y tantos. Somos viejos y seguimos sabiendo menos que el diablo. No somos ciegos pero tampoco queremos ver. Vamos tanto a la fuente que intentamos escaquearnos. Por desgracia creo que nunca llegaremos a ver San Martín, que hay demasiados oídos sordos para tanta necedad, que los palos ya no aguantan ninguna vela y se andan repartiendo entre las espaldas de los que no callan. Somos los aeropuertos de la vergüenza, las grandes obras faraónicas a la ignominia. Somos el engaño que se aplaza y que se difiere, la falta de toda alternativa. Somos la moral pútrida, la ética retrasadamente sectaria. Somos el vector opuesto al progreso, el culo cagado de los indolentes, la memez, la estulticia, la sucia lasitud cotidiana que de tanto como huele ya no tiene olor. Somos la muerte en vida, los que estamos exterminando nuestro futuro y hasta el que no es nuestro. Hoy soy el agotamiento, lo sé, pero lector, ciudadano, con nosotros en verdad que pocas palabras no bastan.