viernes, 11 de octubre de 2013

¿Sofista yo?


Imaginen por un momento que se hallan al fondo de un larguísimo pasillo inexplicable, que enfrentan una puerta que permanece cerrada y que les quedan a la altura de los ojos dos botones, rojo y azul, a modo de timbre y con sendas inscripciones que dicen alternativamente: BOTÓN AZUL:  “El botón rojo es falso” y BOTÓN ROJO: “EL botón azul es verdad”. ¿Qué les parece, lo han pensado? ¿qué botón pulsarían? ¿por qué? Tómense su tiempo, no hay prisa, tienen cuatro años para decidir, incluso para averiguar qué está pasando, si acaso pasa algo, o si nos engañan nuestros sentidos, una vez más, haciéndonos pensar algo por puro prejuicio, o no. Haciéndonos errar casi seguro, dejándonos acertar sólo por azar, o no, ¿ o sí?.
Al cabo deténganse en una pregunta, sólo una, tan sencilla que es complicadísima, ¿de qué ha de estar lleno un cántaro para que pese menos que vacío ?
 Poned atención, concentraos, a menudo la vida sólo es todo aquello que percibimos. Si nuestra vida es ir cabizbajos esa será nuestra vida, si acaso solo ponemos la mirada en el trabajo o el dinero y renunciamos a todo lo demás, ¿qué tipo de vida cultivamos así haciendo? ¿Acaso no son nuestros también los entretiempos y los tiempos compartidos, los amados o incluso los dormidos? Si se renuncia a ser flexible, gran parte de nuestra vida pierde sentido, pues lo que hacemos en la vida nos hace ser. No somos entonces trabajadores, somos hombres. No somos ciudadanos, somos personas. A veces creemos que pensamos lo que debemos pensar y no lo que efectivamente pensamos si nos detuviéramos un momento a valorar todo debidamente. Vemos problemas donde casi siempre sólo hay engaño, ilusión, pues todo puede ser reconducido si se provocan las circunstancias adecuadas. Sólo quiero decir que si los problemas existen, también lo hacen las soluciones, que si un problema no tiene solución, no es un problema, sino un misterio. No son Wittgenstein o Lao-Tzsé los que hablan, sino la necesidad que tenemos todos de que así sea.

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