lunes, 10 de septiembre de 2012

Mudanza


A veces la vida poco tiene que ver con la cantidad acumulada de decisiones que nos motivan, así, bien  puede suceder que le toque a uno mudarse de casa inesperadamente, aunque esa decisión haya sido querida y meditada tras mucho tiempo y, del mismo modo se haya encontrado uno sin la fuerza suficiente para tomarla a su debido tiempo. El caso es que sucediendo, no queda otra. No se me ocurrirá decir que no es una suerte, aún más para alguien que, como yo, encuentra que la más mínima decisión que le afecta es en sí un problema con demasiadas opciones o soluciones válidas. La vida sin embargo sigue su camino constante ajena a nuestra falta de virtud. Por suerte, he de decir. Es entonces cuando sucede que uno se congracia con lo que no controla, (supongo  que aquí algo tendrá que ver que Sancho, mi perro, ande jugando a mis pies intentando convencerme para seguirle mientras escribo, o que se repita el duelo, una vez más, entre las campanas de Santa María y Santiago y que eso me lleve también a Estambul - ahora que lo pienso-), y que me hace sentir tan bien, tan a gusto, tan cansado por la mudanza, pero tan feliz por los amigos que la han asumido como propia y que también ven en mí el beneficio, quizás, de haber dejado guardados en los otros armarios y altillos una memoria que no puede estar en mejor sitio que donde se queda, atrás, cerrada, dejada para que otros la vivan.  Entiendo, hoy lo sé, que así deberían ser todas nuestras decisiones: la suma concatenada de actos, a veces incontrolados, que nos llevan a estar más cerca de nosotros mismos o de lo que queremos, quizás más cerca de la palabra justo, entendida la justicia como el arte de dar a cada uno o suyo, no podemos sino pretender que, en la medida de lo posible, acumulemos el mayor grado de felicidad, de tranquilidad o de bienestar. Es erróneo pensar en aguantar situaciones porque creemos que es lo que debe ser, porque haya algo por encima de nosotros que nos obliga a actuar en nuestra propia contra. No es justo y no es bueno por lo tanto. Si ya no queréis a vuestra pareja como antes y no tiene solución, liberadla y sed libres, si es el trabajo lo que no os llena, buscad la manera de que sea soportable a cambiadlo por algo más grato. Cambiad si sois vosotros pues siempre se está tiempo. No huyáis, dad la cara, sed justos, es la única manera de que el espejo devuelva una imagen nítida. Mudaos, avanzad, que vuestra vida no sea una suma de intereses ajenos.

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