viernes, 9 de septiembre de 2011

Homo homini deus est?

He estado leyendo a Feuerbach y me gustaría reflexionar sobre cómo el hombre manipula más allá de donde alcanza, cómo efectivamente cualquier lectura es tendenciosa y cumple con un fin predeterminado, cómo es relativo todo y cómo el hombre fue acotado en el análisis que de él hacia Feuerbach. Para quien no es Dios quien ha creado al hombre a su imagen, sino el hombre quien ha creado a Dios, proyectando en él su imagen idealizada. El hombre atribuye a Dios sus cualidades y refleja en él sus deseos realizados. Así, enajenándose, da origen a su divinidad. Pero, ¿por qué lo hace? El origen de esta enajenación se encuentra en el hombre mismo. Aquello que el hombre necesita y desea, pero que no puede lograr inmediatamente, es lo que proyecta en Dios. La palabra Dios tiene peso, seriedad y sentido inmanente en boca de la necesidad, la miseria y la privación. Los dioses no han sido inventados por los gobernantes o los sacerdotes, que se valen de ellos, sino por los hombres que sufren. Dios es el eco de nuestro grito de dolor. De la misma manera gobernantes y sacerdotes han leído sólo su lado. Feuerbach califica de giro decisivo de la historia al hecho de que el hombre reconozca abiertamente que la conciencia de Dios no es más que la conciencia de la especie. Homo homini deus est. Cuanto más engrandece el hombre a Dios, más se empobrece a sí mismo. El hombre proyecta en un ser ideal – irreal- sus cualidades, negándoselas a sí mismo. De este modo, reserva para sí lo que en él hay de más bajo y se considera nada frente al Dios que ha creado. Así lucen las ideas que damos por razonadas, sin embargo y ciñéndonos al tema, hemos de afirmar que no parece posible renunciar a la tarea de determinar cuál es el límite de la racionalidad y qué comprende ésta. Hay tantos interrogantes que no sé si es posible dar cumplida respuesta. Aún después de tanto todo, que dijera José Hierro; tanto todo para nada, no puedo evadirme del hecho cierto que es que, lamentablemente, el  mundo,-así lo creo-, no es redondo para todos , aunque el cielo, palabra infinita de sueños y anhelos, nos dé cobijo a todos.