viernes, 17 de junio de 2011

“Hoy antes que mañana”


En la voz que huye de todo entendimiento descansan los infortunios de cierta desesperación hacia la nada. Es la misma nada que mantiene un cierto orden de cosas pese a todo, pese a todos. Esa nada es la parte de esa piedra vieja que llamamos cotidiano, esa duda sempiterna que nos hace preguntarnos una y otra vez si cualquier tiempo pasado fue mejor. Desgraciadamente tanta parte del todo es una firme adversaria en el presente y contra el presente, pues no se trata de lo grande que pueda ser, sino de la cantidad de gente implicada en ella de una u otra manera, interesada o no. Hablo de que en la calle hay gente pidiendo a gritos cambio más que soluciones, es cierto, pero también hablo de que una sola de esas peticiones ya supone que el cambio ha de removerlo todo hasta el punto de hacerlo absolutamente diferente. Entiéndaseme, hagan el esfuerzo, lean entre líneas y sorban con cuidado uno a uno el significado múltiple de todas las palabras, vean su contexto, pues lo que viene ahora es que la descripción de estos días habla de cómo las manifestaciones y sitios de las plazas públicas de manera tan inteligente no han sido atendidas de ninguna manera. El desprecio del gobernante se hace patente cuando no da respuesta al clamor pacífico y hábil del que estamos siendo testigos, (y hasta partícipes en una u otra medida), pues el gobernante sólo calla y espera, aguarda a que se pierda la paciencia, a que el movimiento desespere, pues son sólo ellos los que pueden regular el cambio, ¿por qué habrían de hacerlo, así sin más?¿no lo entendéis? Estamos pidiendo cambio a las conciencias de los que no tienen conciencia, a los que solo piensan en que la palabra estabilidad se define como una situación inalterada, a los que sólo desean que las cosas se queden como están. Sucede que no es sino cuando han aparecido breves conatos de violencia controlada y, queda la duda de si provocada por ellos, que el gobernante y sus medios de difusión bajo su amparo han comenzado a justificar la extinción de la voz popular que los amenaza por cualquier medio y bajo cualquier pretexto. Si la legislación vigente ampara sus deseos de amordazarnos no podemos sino hacer una resistencia pacífica aún más feroz y enconada. Las leyes que pretendemos o exigimos cambiar están de su parte, habéis de entenderlo. La partida exige pues que se tomen decisiones discriminatorias de otras, que se renuncie a ciertos orígenes, pues ésta partida sólo se puede ganar desde dentro y con el apoyo de los de fuera, de la calle. Nacerá nuevamente y pese a todo la gran duda: ¿el hombre es bueno a malo por naturaleza? Y así, no sabremos si estamos aupando hoy sobre nuestros hombros a los nuevos tiranos engordados del mañana, plenos de poder y hueros de realidad y conciencia una vez más.