viernes, 8 de enero de 2010

Respuesta a una pregunta no formulada

Ha dejado dicho Catalina Ruiz-Navarro en le sección de opinión del diario colombiano El Espectador que se ha publicado en la revista Seed un estudio que muestra cómo, en este siglo que comienza, se ha disparado la cantidad de autores en todo el mundo gracias al uso de internet y la creación de blogs y todo tipo de foros sociales. El concepto de autor, que exige en su sentido estricto ser leído por al menos 100 personas se ha disparado exponencialmente y aumenta cada día. Hoy ese ejercicio de individualidad creativa o de opinión debe ser digerida por gobiernos y todo tipo de organizaciones, al ser la tendencia que estemos mutando desde el mundo pasivo de los consumidores, al activo de los creadores, y al ser una población que cada día, con mayor fuerza, se ampara en el poder individual cambiando privacidad por influencia. ( Para bien o para mal, pues que todo el mundo opine, no deja de ser un sobre-ejercicio de la opinión pública, máxime con herramientas tendenciosas y orientadas como Facebook en las que se participa por afinidad, no por espíritu crítico). Ya veremos dónde acaba la tendencia.
Me ha venido a la mente un intento parecido que se impulsó a finales del XIX, principios del XX en España por parte del movimiento libertario, y en el que la histórica fe que tenían los anarquistas españoles en la gran misión del pueblo les llevó incluso a fijar las bases de una estética a fin de que el arte no fuera sólo para el pueblo sino también por el pueblo. Así se desarrolló un arte que provenía de autores no profesionales, de obreros y campesinos libertarios que creaban impulsados por la pulsión del autor. No son de aplicación los cánones críticos tradicionales a unas obras de las que, aún siendo más o menos técnicas, no se puede si no destacar de ellas lo penetrantes y conmovedoras que fueron. La naturaleza de esa estética de los libertarios fue producto de una sensibilidad esencialmente antiautoritaria, y que descansaba tanto en la exaltación del individualismo, como en la convicción de sentirse portadores de la sensibilidad colectiva. Estas premisas se anudaron con la ética; el anarquista otorga al arte una misión moral-social ineludible; debe denunciar lo atroz del sistema capitalista y ser voz optimista también del grandioso futuro humano. Naveguen. ¿O tempora, o mores!?