viernes, 4 de diciembre de 2009

Quién me conoce lo sabe

Quién me conoce lo sabe. No hablo demasiado de mi bagaje, ni de mí. Comparto mis ilusiones emocionado con los amigos, nunca he podido abstraerme de lo que me deslumbra. Digo lo que me gusta, lo que me disgusta o lo que me apasiona, apenas maldigo, pese a que me desahogo malhablando. Apenas hablo, sencillamente no me gusta, no me siento cómodo, pienso que el otro ya debería saberlo, si no para qué querría hablar. Sin embargo muchos dan por hecho que si llevas traje, por ejemplo, eres todo lo contrario a lo creativo o incluso insensible al más grave problema social, y viceversa. El problema está en que quién te habla se cree que te conoce y por eso juzga cómo eres casi siempre sólo por tu apariencia y ni siquiera son exactos, puede llegar a creer incluso que tenéis el mismo nivel de conocimiento sólo por tu aspecto, sin apenas saber cuatro líneas de ti. Lo más probable es que quién entra en esas valoraciones no podrá sostener ni ganar un pulso ni tan siquiera en la materia que se sienta más fuerte. Tampoco importa. Si lo ves y eres prudente callas y dejas hacer. A veces incomoda, también lo adelanto. Los contextos determinan los análisis, lo sé, no es eso, es sólo que me quejo de la falta de reciprocidad. Si yo no te juzgo por tu apariencia, si sólo te valoro por lo que dices o muestras de ti, por tus méritos y soy además generoso en mi valoración, entenderéis que no acepte el egoísmo de que el viaje no sea también de vuelta. Me quejo y la culpa es mía, de que se de por hecho que todo vale; si regalo mis ideas, si ayudo siempre que puedo, si colaboro con quien puedo desde que tengo memoria desinteresadamente, no quiere decir que puedas apropiártelas porque yo las regalo al colectivo. Aún así tengo guardado un as, siempre registro. Hay veces que lo guardo todo para mí y así debe ser, pero no es eso. Quería transmitir que sólo percibo mediocridades en demasiados méritos que la gente ostenta y que a mi me avergonzaría, por ejemplo, exhibir. Por eso es que quizás no se entienda que uno pueda mandar todo lo logrado a la mierda, no porque sí, sino porque lo que para muchos es una botella llena, para otros, -para mí-, sólo es una botella. Debo decir que así ha sido desde que la memoria me socorre ante el olvido, y tengo mucha. Es una pena que la gente no nos ponga, de vuelta, en nuestra justa medida. Así jamás fructificarán conceptos como universalismo o multiculturalismo, faltan honestidad y justa medida. Falta que no faltemos en el respeto.