viernes, 11 de diciembre de 2009

ReFracciones






Hoy tampoco puedo evitar interactuar como si éste folio blanco desasosegante y apremiante fuera una diminuta ventana de Messenger. Inevitable – decía- y, últimamente, pues hace ya mucho que me relaciono con medio mundo,-con mi medio mundo conocido claro-, exclusivamente así; con el resguardo del marco gris de la pantalla y la ortogonalidad cumplidamente racionalista de la habitación que habitualmente habito. Es ya un hábito. Así hago gavilla de mis días, recolectando ventanas y mensajes de no más de tres párrafos, en el patchwork de mis relaciones, o colgando impresiones en un muro virtual a modo de pasquin, de llamada de auxilio o, de simple divertimento. No es lo mismo lenguaje que comunicación es sabido: tanto da, por tanto, castellano, inglés, francés o italiano.
A menudo pienso en mí mismo, ya lo he dejado dicho. Entretanto me ensimismo, claro. Voy repasando mentalmente itinerarios geográficos y volitivos mientras que todo lo que me rodea es vivido por aquellos que lo hacen vívidamente, pero no por mí, que me aíslo reconcentrado. No puedo “ser” mucho cuando intento asomarme a la ventana de lo que yo mismo puedo dar, cuando me examino tan categóricamente que apenas sí recabo un suficiente, como siempre, por lo demás. No importa. Por suerte ya sé que lo mío es hurgar y que en ese gesto tengo mucho que perder. Meto la mano como en un gran hoyo y, a tientas voy sacando letras, cuadros, recuerdos, inventos estrafalarios, las peores ideas peregrinas, quizás algún consejo…Hurgo denodadamente, abstraída la atención, removiendo voluntad, consciencia, y curiosidad a fuego lento. Me deshabitúo así a otras presencias de las que me molesta hasta el más mínimo ruido, quizás porque me impiden escuchar los ecos de ese abismo. Así voy y así me va, no me quejo. Me voy, saldré a fotografiar rumiando esto que me acabo de encontrar en mi última circunvolución y que os participo:

“El mundo ahora recuerda lo infinito,
insustancial, abstracto, ficticio.
La rabia pudo entonces
con el alma de los árboles.
Ahora ya la decrepitud de los pájaros,
que sólo para las fotos emigran.”

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